El año pasado hice una aportación a propósito de la Cuaresma. Este año retomo aquellos objetivos y os hago una confesión:
Soy tonta, rematadamente tonta. Sin remedio.
Caigo siempre en el mismo error. Poseo una condición que hace que me entusiasme por las tareas que emprendo, aunque estas me hayan sido impuestas en el trabajo. No sé qué me impulsa a significarme, inspirarme y abrigar orgullo por mis quehaceres y a transmitir esa pasión cuando lo comparto.
En mis relaciones laborales me comporto como otros en el amor, debe ser que soy terriblemente enamoradiza.
Y es, cuando ese enamoramiento inicial decae y conocemos más a nuestra pareja o puesto de trabajo, cuando comienza la relación fuera ya de la ceguera inicial.
En el trabajo, como en el amor, transitamos por diferentes etapas:
- Enamoramiento: Somos la persona adecuada para ese puesto de trabajo
- Compromiso: Estamos satisfechos con nuestro desempeño y la responsabilidad laboral nos embarga
- Desilusión: Nuestra trayectoria está estancada. Cuestionamos el futuro de la relación
- Amor real: Conciliadas las diferencias, superamos los problemas
- Transformación: El eje de la relación se centra en un proyecto común.
Sin embargo, hay relaciones que se rompen antes de llegar a la etapa final o que sufren de “recidivas de desilusión”.
Y en esas estoy.
Puede que haya llegado el momento del desencanto y esté experimentando la fuerza de la frustración que me paraliza hasta llegar a la inacción o bien, puede que la pasión y la motivación me arrastren a un nuevo enamoramiento.
En mi anterior trabajo disfrutaba porque consideraba que podía generar una influencia positiva en la vida de otras personas. Quienes trabajamos en contacto directo con personas, atendiendo sus necesidades y mejorando su calidad de vida creemos en la trascendencia de nuestro trabajo.
– ¿Qué me falta si trabajo en un puesto para el que estoy formada, recibo un sueldo y mis compañeros son afectuosos conmigo?
– Echo en falta sentir que mi actividad es trascendente.
Sin embargo, el viernes pasado recibí una sorpresa. Abstraída en mis papeles descubrí que mi trabajo ayuda a garantizar la igualdad efectiva en el ámbito laboral que, con “mis subvenciones”, aquellas personas que más dificultades tienen en el acceso al trabajo tendrán allanado un peldaño en su camino. Y lo que más me gustó, percibir que con las ayudas a la conciliación remuevo obstáculos que ayudan a personas concretas más allá del expediente que tengo a la vista.
En resumen, he caído en la cuenta de que ofrecemos tres tipos de recursos esenciales:
- Ofrecemos tiempo
- Ofrecemos ayuda económica y
- Ofrecemos una perspectiva diferente al abordar trabajo y vida personal y familiar que modifica la actitud de la sociedad.
Y en todo ello hay una parte de mí.
Me ha vuelto a enamorar. Otra vez he vuelto a ser seducida por mi trabajo. ¡Qué veleidosa soy!
Lo que os decía.
Tonta, rematadamente tonta. Sin remedio.
– ¿Alguna de vosotras quiere hacer una pública confesión?
– ¿no queréis compartir vuestros deseos de expiación?
Un comentario
¿Pasión? ¿Compromiso?
Leed el artículo adjunto:
https://www.elle.com/es/living/trabajo-finanzas/a41210256/que-es-renuncia-silenciosa-trabajo/