Humanidad, humildad, humor y orientación

¡Qué le vamos a hacer!

De natural soy graciosa…

Pero cuando oriento a demandantes de empleo quiero contar con su complicidad y utilizo el humor como herramienta de motivación hacia el cambio.

En todos los cursos o ponencias a los que asisto intento sacar el tema del Humor como recurso incontestable. Lo lamento, nunca me prestan atención, me escuchan y despachan mi propuesta con gesto de suficiencia. Sin embargo, a mí me ha prestado auxilio en numerosas ocasiones. No solo en mi trabajo como orientadora sino también en mi vida personal.

Os cuento un caso:

Concerté mis sesiones de orientación con nuestro sistema informático y establecí la primera cita a las ocho de la mañana (la administración está cerrada a esas horas) y no me percaté del error.

Llegó el día y la hora exacta y allí estaba mi primera demandante. Y yo, con cara de sorprendida porque acudiera a esa hora. Solo me faltó reprenderla por molestarme tan temprano, pero no me atreví ya que su cara expresaba tanto enojo que me avine a ser “condescendiente”.

No se puede ser tan engreída, en el Manual del Orientador y en primer lugar debe figurar la Humanidad y sobre todo la Humildad. Esta última con el significado de “dar las gracias, pedir perdón, ser reflexivo contigo mismo, reconocer tus errores y aprender de ellos”.

Por fortuna, antes de decir yo nada, mi interlocutora me extendió la carta de citación. Humíllome y póstrome ante mi orientada y le expreso de mil maneras y con verdadera contrición mi error. Como acepta mis disculpas le propongo que ya que ha madrugado realicemos la sesión de orientación.

Se trata de una mujer joven con experiencia en el sector de la comunicación y con formación adecuada para desempeñar los puestos de periodista o redactora que con anterioridad a la crisis de 2008 había desempeñado. Actualmente se estaba preparando una oposición, su objetivo era entrar en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado y llegar a trabajar dentro de los mismos en un departamento de comunicación.

Tras esto, ¿Qué podía aportarle yo?

Tan solo podía pronunciarle mi reconocimiento por su esfuerzo, por reconducir sus estudios hacia un sector que conocía y admiraba y que yo, como experimentada opositora, le ofrecía que cuando sus fuerzas decayeran, cuando necesitara apoyo se acercara a mi mesa, sin cita y que entonces, charlaríamos amigablemente dejando atrás el papel de orientadora y orientada.

Creo que la entrevista fructificó y que ambas nos sentimos a gusto y dejamos atrás los reproches que poco antes bien me había merecido.

Ya estábamos recogiendo los papeles y departiendo de cualquier otra cosa cuando me refirió de manera jocosa que su madre la encomendaba a todos los santos. En cuanto oí esto se despertó en mí la inspiración:

– La mejor recomendación que yo tuve fue contactar con el Sr. Abdou, eminente vidente africano.

Corrí a buscar su anunció y se lo ofrecí. Su cara de asombro era inenarrable, carezco de los recursos idiomáticos y literarios para describir su expresión de pasmo.

– Pero…, ¿de verdad me lo dices?

No la dejé en suspenso. Enseguida le expliqué que era una broma, que mi madre, estoy segura de ello, también había recurrido a su propia corte celestial cuando yo oposité.

Gracias a este recurso humorístico logré estrechar los lazos que con la orientación no había establecido.

“En fin, que el humor es un importante recurso para la orientación profesional y la psicología, y desde mi punto de vista debe incluirse como un elemento fundamental en cualquier proceso o actividad educativa, de comunicación o de intervención”.